Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 10 de julio de 2017

De la destartalada belleza de Oporto


Ciudad hermosa por cómo desordena los paisajes, como deja envejecer las fachadas, como convierte en calles todas las cuestas, como se lleva nada menos que el Duero –el del romancero– hacia la mar y allí, en el colmo ya de su extraño obrar, dispone de playas y arenales a ambos lados, para que recojan el Atlántico. El mar le da mucha vida, la frescura del verano y las incesantes barbacoas de los restaurantes, en donde, sin embargo, siempre ponen lo mismo al carbón: sardinas, lubinas, pulpo, bacalao.... ¿De verdad serán esas lubinas pequeñas las que traen los pescadores o las de alguna piscifactoría cercana?


Presiden la ciudad varias cosas: la Se o catedral, grande y feota, con aire militar, pero con explanada que mira a los barrios; los puentes, entre los cuales (son herederos de la torre Eiffel) el de Luis I, con doble trazado, para el metro y para coches y peatones, metálico, gigantesco si se mira desde cerca o si se cruza, como los otros en realidad, aunque el final, blanco, parece más angelical; y la "otra" orilla, es decir lo que normalmente se ve a lo lejos al otro lado del Duero, que son unas quince o vente bodegas más o menos famosas de vino de oporto. Todo se puede visitar, aunque la visita a las bodegas, acompañada de degustación o cata de al menos tres vinos, ha de seleccionarse bien, pues algunas visitas son un poco de cuento.


Hay mucho turista, inevitable; pero si son de Oporto los que nos han atendido, hablado o contestado.... gentes amables y sencillas son, como muchos portugueses. Hemos ido al mercado, entrado en las iglesias, comido en las tabernas, paseado en la calles, comprado en las tiendas..... la ciudad es, todavía como muchas ciudades, un placer, a pesar de que la cola mayor esperaba entrar en la librería en la que se filmó una de las películas de Harry Potter; creo que la librería merecía la pena; pero cuando yo fui cobraban cuatro euros para, sencillamente, entrar. No había visto ninguna película de esa serie, ni leído ninguno de los libros, no entré en la tienda.























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